domingo, 29 de marzo de 2015

CIRCULAR A LOS SOCIOS




ACTO DE ENTREGA DE LAS
XXXVI AMURAVELAS DE ORO

Lugar: Hotel-restaurante “Lupa”. San Juan (Cudillero)
-Salones “Príncipe” y “Esperanza”-

Domingo, 26 de abril de 2015,  a las 13,00 horas.


Programa 

  • Interpretación de la “Salve marinera”.
  • Saludo de bienvenida.
  • Lectura acta del Jurado.
  • Entrega de los galardones a Alfredo Martínez Cuervo (empresario), Caja Rural de Asturias y Guardia Civil de Asturias, con presentaciones a cargo de Isabel San Sebastián (periodista),  Juan de Lillo (periodista) y José María Feliz Cadenas (general-jefe de la Guardia Civil de Galicia), respectivamente.
  • Intervención de los galardonados.
  • Convocatoria de la “XXXVII Amuravela de Oro”.
  • Concierto del Coro “Peña Roballera”.
  • Himnos de Asturias y de España.
  • Almuerzo.

Menú:
Crema de Centollo - Lomos de merluza al cava –
Cabrito al horno – Tarta de milhojas de crema.
Vinos:
Blanco: Pricum Albarín (barrica)
Tinto: Pricum Prieto Picudo (viñas centenarias)
Bodegas Margón: Pajares de los Oteros (León) 
Café y copa de sidra.

Precio del cubierto: 30,00 €

Reserva y retirada de invitaciones:
 En el propio restaurante  (Teléfono 985 59 00 63)

LA JUNTA DIRECTIVA







lunes, 9 de marzo de 2015

BASES DEL CONCURSO LITERARIO "CUDILLERO EL PESCADOR Y LA MAR" 2015

                                                      XXXIV CONCURSO LITERARIO

          “CUDILLERO, EL PESCADOR Y LA MAR


La Asociación “Amigos de Cudillero” convoca el trigésimo cuarto Concurso Literario “Cudillero, el pescador y la mar”, con arreglo a las siguientes

B A S E S:

  1. Podrán tomar parte en el Concurso, todos los estudiantes del Principado de Asturias que cursen Enseñanza Secundaria (ESO)
  2. El tema estará relacionado con “La mar y sus gentes”, pudiendo adaptarse, en prosa, a cualquier género literario, escrito en español o castellano.
  3. La extensión de los trabajos, que se presentarán por quintuplicado, será, como máximo, de dos folios, equivalente a 50 líneas/folio. Tipo de letra: Times New Roman. Tamaño: 12. Márgenes: superior e inferior, 2,5 cms.; derecho e izquierdo, 3 cms. Todo aquel original que no se atenga a estas normas, quedará automáticamente eliminado.
  4. Irán firmados solamente con seudónimo, haciéndose constar la edad del concursante. En sobre adjunto cerrado se indicará: Nombre, dirección y teléfono del participante, así como Colegio o Instituto al que pertenece.
  5. Los trabajos podrán  enviarse la Asociación “Amigos de Cudillero”, Tolombreo de Arriba, s/n.- 33150 Cudillero, indicando “Para el Concurso Literario”. También pueden entregarse en mano en el referido domicilio.
  6. Fecha tope para la presentación de originales: 30 de mayo de 2015.
  7. Fallo del Concurso: 13 de junio de 2015.
  8. Entrega de premios: En fecha que oportunamente se anunciará durante el transcurso de  la “Fiesta Literaria de la Mar, coincidiendo con la lectura del trigésimo tercer Cuaderno Literario “Escritores en Cudillero”.
  9. Se establecen los siguientes premios:
a) Material didáctico-recreativo valorado en 500,00 € y diploma, al autor del mejor trabajo.
b) Diploma, al Centro al que pertenezca el  autor del trabajo ganador.
  1. El trabajo ganador será leído por su autor en el acto de entrega de premios.
  2. La composición del Jurado se dará a conocer después del fallo
  3. El Jurado se reserva el derecho de otorgar uno o varios accésit o de declarar el premio desierto, en atención a la calidad de los trabajos presentados.
  4. Los trabajos premiados quedarán en propiedad de la Organización.
  5. La presentación a este Concurso, supone la aceptación de todas sus Bases.

Cudillero, 9 marzo de 2015


             
                            TRABAJO GANADOR DEL AÑO 2014

AGRADECIMIENTO AL GIGANTE AZUL

Primer premio del XXXIII Concurso Literario “Cudillero, el pescador y la mar”
Autora: Alba Oliva Rodríguez. 14 años
Alumna de ESO el IES “Ramón Menéndez Pidal”, de Avilés

Hola. Me llamo Víctor. Tengo cuarenta años y esta es mi historia.
Desde el preciso instante en el que di mi primera bocanada de aire, ese olor a sal caló muy hondo en mi ser. Corría el año de mil novecientos cuarenta cuando mi madre me trajo al mundo un diecisiete de enero. Vengo de una familia humilde. Nos ganábamos el pan de cada día con el sudor de nuestra frente. Desde pequeño me ha llamado la atención el mar, quizás sea porque mis padres siempre trabajaron en él. Mi padre era un marinero de los pies a la cabeza. Mi madre se pasaba el día en el muelle tejiendo redes. Mientras, yo me sentaba junto a ella a mirar los barcos que, a la vez que se alejaban del puerto, se iban haciendo más y más pequeños. Llegué a pensar que aquella agua tenía un poder mágico que te hacía encoger. ¿Para qué mentir? Intentaba hacerme el valiente desde niño, pero me daba miedo. Con el paso de los años, descubrí la verdad sobre lo que había sido un misterio para mí, y es que aquella agua no tenía ninguna propiedad sobrenatural. Gracias a eso, pude acercarme un poco más. Incluso lograron que me bañara en la orilla de la playa, y una vez que mi piel entró en contacto con aquel líquido cristalino, surgió un amor incondicional por ese milagro de la naturaleza.
Un año, otro y otro. El tiempo no se detiene nunca. Siendo apenas un adolescente, me encontraba trabajando, bueno, más bien estaba aprendiendo el oficio con mi padre. Os puedo asegurar que era mucho más severo como maestro que como figura paterna. Largas madrugadas y gélidas noches pasamos en aquel pesquero, echando las redes en alta mar para recogerlas horas después y llevar el cargamento a puerto. Muchas tormentas hicieron que las olas azotaran con braveza nuestro navío. Los estrepitosos truenos nos hacían creer que el mismo cielo iba a caerse ante nosotros. Recuerdo la humedad de la ropa mojada que se me calaba en los huesos, impregnada de olor a mar, la textura áspera de las manos de mi padre agrietadas a causa de una continua exposición al salitre y, por el contrario, el suave tacto de las mantas que se encontraban en los camarotes. En esos horribles días de temporal, solía encerrarme allí hasta que la mar se calmara.
La experiencia me hizo valiente. A los dieciocho ya no me asustaban las tormentas, ni las olas, ni el viento, ni siquiera el suelo de la bodega cuando chirriaba bajo mis pies. Le estaba cogiendo gusto a eso de faenar y lo contaba orgulloso a mis vecinos y amigos.
Mi padre tuvo que dejar la vida en el mar. Se hacía mayor y su cuerpo empezaba a resentirse tras muchos años de duro trabajo. Pasaba mucho tiempo en la cama, con los huesos doloridos, y las pocas veces que abandonaba el lecho eran para recibirme cuando llevaba varios días ausente a causa de mi ajetreada vida. Poco duró eso. El valeroso marinero empeoraba. Cada vez estaba más débil y ya apenas se movía. Yo me las ingeniaba para quedarme en el puerto en lugar de zarpar y estar a su lado más a menudo. Cada día era un reto que ambos debíamos superar, hasta que llegó el momento en el que la vida le ganó la partida…
Luchó hasta el último instante, pero su alma se apagó. Todavía hoy sigo creyendo que los ángeles sentían gran admiración por él, y por eso se lo llevaron. A pesar de tener ya veinte años, en ese momento regresé a mi infancia, cuando era un niño pequeño y me sentía tan indefenso, tan débil…
Nada volvió a ser lo mismo desde entonces. Retomé el trabajo poco después. No quería quedarme en casa llorando su ausencia. Deseaba con todas mis fuerzas estar distraído, más que nada, para saber que la vida seguía.
Los meses siguientes estuve inmerso en el trabajo. Iba a casa tan solo a dormir. No hablaba con nadie, ni siquiera con mi madre, que era quien más estaba sufriendo, ya que pasaba el día en el mismo lugar donde había compartido tantos años de su vida con una persona que ya no estaba y, además, se había quedado sola. Yo también intentaba superarlo.
Cada día me gustaba más eso del mar. Sentía que, mientras estaba sobre la cubierta del barco, con las olas meciéndome, mi padre se encontraba allí conmigo. Sentía que estaba viviendo una vida por partida doble: la mía y la del hombre que me había dado el ser. Me sentía plenamente feliz, pero las cosas no son eternas.
Hace unos meses, cuando me hallaba en el muelle a punto de salir a faenar, noté un hormigueo extraño en las piernas. Me temblaban las manos y, antes de que me diera tiempo a preguntarme qué era lo que sucedía, me desplomé.
Cuando abrí los ojos, me encontraba desorientado; no sabía dónde estaba. En ese momento, llegó un hombre con bata blanca, acompañado de una joven vestida de verde. Se sentaron a mi lado e intentaron hacerme entender lo que ocurría…
Esclerosis lateral amiotrófica. Me habían diagnosticado esclerosis. No era posible. Yo, que vivía por y para la mar, iba a quedarme en una maldita silla de ruedas. ¡No podía estar pasando!
No me sirvió de nada lamentarme. Al día siguiente, pedí el alta voluntaria y, después de años de duro trabajo, me senté con mi madre en la cocina. Necesitaba hablar con ella. Le conté lo sucedido y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Intenté hacerle ver que estaba bien a pesar de todo. Iba a aprovechar cada segundo que me quedara y lucharía hasta mi último aliento.
Y aquí estoy, con cuarenta años y en una silla de ruedas, sentado en el lugar de siempre. Aquel muelle en el que crecí, aquel que fue mi casa durante mucho tiempo, aquel que nunca olvidaré y que siempre llevaré dentro de mí. Jamás he perdido la esperanza. El mar me hizo volver a vivir una vez. ¿Por qué no lo iba a hacer dos? No he dejado de salir mar adentro, porque es algo que me da más fuerzas aún, y lo seguiré haciendo hasta que mi corazón diga basta, al igual que mi padre, ese gran hombre que me enseñó todos los secretos que guarda este gigante.
No tengo miedo a la muerte, en absoluto. Hoy no le tengo miedo a nada, porque este pueblo pesquero y cada uno de sus rincones me lo han dado todo. Gracias, Cudillero.


                                                                                                                      Alba Oliva Rodríguez